jueves, 11 de diciembre de 2008
Escucho un ruido!
Y que el amor es la felicidad, dicen los cobardes!
Que al suspirar reflejo mi calma y agoniza el dolor. Que de la mano van la risa y la ilusión; queriendo tocar tu imagen que se pierde en la distancia alborotada y robusta, como buscando calor…
Acércate al abismo para sentir fortuna y cielo; que cuando la inspiración llegue solo bastara el vuelo para descubrir la gloria.
Ríete de tus miedos; conquístalos con sutiles engaños, úsame para probar tu victoria y atrapar juntos el inmenso mar, que se percibe ardiente como el sol en mis manos. Quemando mis vanas palabras que se vuelven valiosas al contar…
¡Deja que la pasión te inspire y haga de ti su voluntad!
Concluye con un tenue suspiro que demuestre satisfacción y fiesta. Sígueme como un fiel amante; cruzando pasajes de oasis sedientos y carentes de Gea.
Aquella musa misteriosa y sagaz siempre toca mis pensamientos, queriendo ilustrarlos con frases al viento que traen mensajes ocultos.
“Escucho ruidos, pero mi percepción es distinta”
Mi humo, producto de actos mimados; me refleja en aquel espeso mar de olas que de negro se pintan, procurando ser vistas por las gaviotas que intentan calmar la furia de los Dioses que han sido saqueados de sus pacientes esmeros. Simples mortales hijos de Adán y Eva bailan satisfechos alrededor de aquel inocente robo. Al brindar por su victoria muere en brasas un hombre triste y solitario, callado y con pena en medio de rocas.
Nos falta un poco de inspiración para conocer las tinieblas; nos falta ser amados por escorpiones que ríen al vernos sollozar. Tal vez si caminamos por ríos se apacigüen las corrientes, si luchamos contra los nomos que cuidan su techo en medio de trochas, seamos más vanos que estas palabras.
“Mi espalda quedara desnuda, para que pronuncies con voz de silencio antologías llenas de miedo y poder”.
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